14 de agosto de 2012

“LA LESIÓN” “Mascara contra mascara”

Mascara contra mascara.

Hace años, a una cena de Reyes en casa de mi mamá, llegó Oscar mi primo y su hijo. Alguien llevó allí unas mascaras de luchadores. El Rafita tendría unos cinco años, el hijo de mi primo, unos once. Oscar y yo siempre hemos estado en la misma frecuencia, nos entendemos sin apenas hablar. Estábamos viendo la televisión, cuando sentados, nos pusimos las mascaras; Oscar fue al baño y yo a la cocina, cuando íbamos de regreso a la sala de tv, nos cruzamos en el camino aun con las mascaras puestas, y chocamos los hombros de manera retadora, como luchadores. Él me habló y nos regresamos a la cocina, que estaba sola.
-Vamos a hacer luchitas; -me dijo- fíjate como te pego -y puso su mano izquierda en mi pecho y con la derecha se pegó el mismo en su mano, haciendo un ruido de golpe, pero sin pegarme realmente. Yo Repetí el movimiento y nos fuimos a sentar a la sala de televisión abarrotada de los diez nietos.
A una señal, nos paramos y chocamos “accidentalmente”, nos empujamos y comenzó la lucha. Nos dimos “golpes”, nos aplicamos “llaves” en el piso. Los niños estaban fascinados viendo a los dos enmascarados dándose sonorísimos “golpes”. Después de unos dos minutos de acción, le apliqué la “Hurracarrana” y Oscar se “rindió”… el Rafita estaba feliz de ver a su papá triunfador.
Después de un rato, aun con las mascaras puestas, nos dimos cuenta de que Oscarito, el hijo de Oscar estaba incomodo de ser el hijo del “perdedor”. De inmediato reaccioné.
-¡Y cuando quieras te repito la dosis baboso! –Volví a retar a Oscar.
-¡Ahorita mismo infeliz!
Él sabía el por qué del nuevo reto y cómo debía acabar el combate. Nos paramos y comenzaron de nuevo los golpes, rodillazos, patadas, ya en el suelo, las “llaves” (o lo que se nos ocurriera) y finalmente, “logró” hacerme a mi la misma hurracarrana y yo me rendí. Oscarito estaba muy contento; el Rafita… a sus cinco años, llorando en un ruidoso mar de lagrimas.


LA LESIÓN.

Hace unos días, chateando con mi compadre el telefonista, me comentó que estaba haciendo ejercicio, tema recurrente en mi vida. Su hijo Iván está probando suerte en el futbol americano (así, futbol, palabra aguda aquí en México) y de como su vástago estaba pasando las de Caín para aclimatarse a ese nuevo deporte. Otro tema que tocamos, porque lo hemos tocado en varias ocasiones, es que yo estoy esperando “LA LESIÓN” (así, con mayúsculas), ese accidente deportivo que me postrará en cama, que posiblemente me mandará al hospital y me atará a unas muletas por algún tiempo. Soy apasionado en lo deportivo y, mientras muchos de mi edad están haciendo deporte de mantenimiento, si es que hacen algo de ejercicio, yo aún lo hago de competencia y sin querer, todavía exigiéndome.
-Bájale al ritmo. -me recomendó con todas las mejores intenciones el blackberriero.
-No puedo. -le respondí.
-Bueno, juega solo contra los de tercera fuerza. -me insistió.
-No puedo - le respondí- es parte de mi.
Como al parecer no entendía de botepronto mis razones para seguir tentando al destino y esperar resignado a “LA LESIÓN”, le conté la fábula que yo creo que mejor me pinta en lo deportivo.
Estaban una rana y un alacrán en un lado del río, la rana estaba simplemente tomando los rayos solares, pero el alacrán quería pasar a la otra orilla del río. Se acercó a la rana y le pidió:
-Ranita, hazme el favor de cruzarme en tu lomo al otro lado del río.
La rana se le quedó viendo entre asustada y divertida.
-Estás loco, si te subo en mi espalda y comienzo a nadar, a la mitad del río me picarás y moriré.
El alacrán se ofendió.
-No seas tonta -le respondió entonces el alacrán-. ¿No te das cuenta que si te pico con mi aguijón, te hundirás en el agua y que yo, como no se nadar, también moriré ahogado?
La rana no pudo sino aceptar los argumentos del alacrán y accedió a pasarlo al otro lado del río.
-Súbete pues, para acabar con esto lo antes posible.
Éste se trepó al resbaladizo lomo de la rana y comenzaron a pasar el río. El alacrán estaba nervioso y finalmente picó a la rana cuando iban apenas a la mitad del río. La rana, sintiendo el veneno recorriendo su cuerpo, mortalmente herida, volteó a ver al alacrán que estaba apenado.
-¡No entiendo! ¿Por que hiciste eso? ¡Ahora moriremos los dos!
El alacrán solo pudo contestar cabizbajo.
-Lo siento ranita, sé que moriremos los dos, pero que quieres que haga, es mi esencia, es mi naturaleza y no lo pude evitar.
(Esopo)
Sé que llegará “LA LESIÓN”, pero no puedo parar por evadirla, solamente pedir a Dios que sea lo más leve que Él quiera mandármela, mientras tanto... ¡a tope!

Iván, a darle a tope tú también en el futbol americano.

1 comentario:

  1. Compadre ... agradezco primero que nada tus comentarios, lo que si, es que es increible que yo no conociera esa fabula, toda una enseñanza, y definitivamente comprendo tu punto de vista, pero no está de mas darse una cuidadita, para aminorar a la LESION que venga ... Ole !!!

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