28 de diciembre de 2011

Me van a operar y traigo el ánimo por los suelos.

    Quiero ofrecer una disculpa por no haber publicado nada ayer martes. Por medio de mensajes me han estado preguntando por qué no lo hice, pero es que mi ánimo está por los suelos por una doble mala noticia.
     Dicen que estoy en la edad de los nuncas: a mí nunca me había pasado esto; a mí nunca me habían hecho esto otro.
     Tengo cuarenta y cuatro años, un corazón fortísimo, casi indestructible; toda mi vida he estado en competición de algún deporte.
     Los futbolistas me lo decían: no te vayas al squash, te vas a despedazar las rodillas. Fue tal mi apasionamiento por ese deporte que desatendí esos consejos. Comencé siendo tercera fuerza dentro de mi club perdiendo torneos; acabé siendo campeón estatal de segunda y ya jugador de la primera fuerza.
     Anteayer y ayer estuve con dos médicos cirujanos especialistas que trabajarán conmigo en equipo.
     Uno es un traumatólogo del deporte que me va a operar los meniscos de la rodilla derecha, destrozados dice, por jugar en canchas de squash sin duela de madera. ¿El diagnostico? Fragmentación y calcificación de meniscos, ¿La recuperación? Estaré sin hacer ejercicio seis meses… devastador.
     El segundo especialista que me intervendrá, es un cirujano proctólogo. Siempre he sido desordenado para alimentarme a pesar de que mi cuerpo, por las enormes cantidades de ejercicio, me pedía que me alimentara bien y tomara mucha agua. Estaré sin poder sentarme bien quince días y comiendo solo dietas líquidas por lo doloroso y arriesgado que será… pero imposible seguir así. Todo se paga.
     Escribo hoy, porque me queda claro que los problemas que yo tengo no deben de afectar el transcurso de estas publicaciones. Publico esto también, por que siempre he sido sincero y no hay nada de que avergonzarme. Me prometí sacar uno cada martes y aunque no fue ayer, y para salir del paso, éste es el de esta semana
     La semana que entra seguramente tendré mas detalles.
Perdón y gracias.

20 de diciembre de 2011

De Noches Buenas y Navidades.

LOS MEDINA.
     Ellos llegaban unos días antes que nosotros, eran los primos del DF que solo veíamos una vez al año, pero que no se requería mas para que la química, el cariño y empatía brotaran a raudales en cuanto nos saludábamos.  A los cinco minutos estábamos corriendo por toda la casa de mis abuelos. Eran nuestros primos segundos.

     La sala de mis abuelos era enorme… ¡y no cabíamos en ella! Tenías que andar esquivando obstáculos, no fuera que pisaras uno de los miles de regalos que estaban a los pies del arbolito. Bueno, seguramente  no eran miles, pero era un enorme y maravilloso tiradero de regalos.  El perímetro del arbolito de Navidad era inmenso.

     -¡A cenar! –Gritaba un adulto.

     -¡Primero los regalos! –Gritábamos todos los niños.

     ¿Quién ganaba?... Ahí  nos tenían a unos ocho niños embuchándose de prisa el seco pavo, el agradable espagueti, el ponche y la deliciosa ensalada de manzana con crema endulzada. Deben de saber que a mí desde chiquito, el pecado de la gula en festividades, me preocupa tanto como si Rodolfo el reno pisara una hormiga.

     -¡Ya acabamos! ¿¡Podemos abrir los regalos!?

     -¡No! Esperen a que todos acabemos y nos sentemos en la sala.

     ¡Y la espera era eterna! Que el ponchecito, que el cigarrito… los adultos lo llaman (ahora llamamos) sobremesa. ¡Ashhhhh! Y como no teníamos Wii porque no había, nos íbamos a las cocheras a jugar. Sí había Ping Pong, pero mis padres decidieron que no era una buena maquina para nosotros y nunca nos la compraron, era enajenante dijeron. Por fin se paraban hartos de nuestras suplicas de cada cinco minutos en lo que jugábamos en las cocheras y regresábamos.

     -¡De abuelita para Rafita!

      Y bueno, lo mío era gula hasta para abrir los regalos. ¿La mejor Navidad de mi vida? Cuando me regalaron ¡tres balones de fútbol! Después era acabarnos las rodillas jugando partiditos toda la semana.

     También añoro al tío Miguel despierto desde temprano, matamoscas en mano, acabando con cuanto bicho se encontraba en los ventanales de la cocina. A su esposa, la tía Titina, que debido a una embolia no media sus fuerzas y nos daba unos abrazos llenos de amor pero que nos dejaba el cuello adolorido… Ella fue reina de la feria de San Marcos. A mi inseparable primo Carlos… Los tres ya están en la otra dimensión.

     Años después, el Niño Dios nos trajo unos infumables Sleeping Bag en la mañana, cuando le habíamos pedido un rifle de postas. Ese fue el día que me entere sabe de qué del Niño Dios y… Adiós las mañanas del 25 de diciembre.



LOS ARELLANO REYES.

     Tuve a la mejor abuelita del mundo y de la historia. Así la veía yo. Mi abuelita Chabela. Delgadita, chiquita, cabello completamente blanco y sonriente, siempre sonriente.  Era la aglutinadora. Siempre hubo una pugna para ser el más querido de ella; no recuerdo quien ganaba en eso, pero creo que era mi hermano Alejandro.

     Las Navidades las pasábamos en casa de mi tía Chabela rodeados de primos hermanos. Haciendo cuentas, éramos once, casi todos de la misma edad. Esa casa también fue entrañable. Chavelita y Ramón eran los anfitriones siempre y nunca defraudaron. Allí era más convivio que regalos: buñuelos recién hechos allí y el infaltable olor a ponche por toda la casa. Mi papá era feliz allí por que era el consentido de todos. Las navidades en esa casa eran maravillosas, y nunca me he cansado de decírselo a mis tíos. Ahora creo que soy yo el consentido de todos… creo.



     La Noche Buena de 1989 (tengo que contarlo porque pasó en esa fecha), uno de mis hermanos y yo, quedamos de juntarnos  con unos amigos después de terminado el festejo. Nos juntaríamos en un terreno de uno de ellos. Yo le había regalado a mi papá una bata de baño blanca con rayas verdes, la traía puesta cuando nos despidió esa noche.

     -Venga chavos –nos dijo–, échense esa liebre (así dicen los cazadores) y regresen lo mas temprano que puedan. Hasta mañana.

     Esas fueron las ultimas palabras que le oí, a la mañana siguiente se iría de este mundo a acompañar a Dios.
Aun yo tengo la bata conmigo.


¡FELICIDADES Y BENDICIONES EN ESTA NAVIDAD!


13 de diciembre de 2011

La bondad tiene nombre propio: María.

     La bondad tiene nombre propio: María. 
     Es diciembre y el corazón esta limpio. Los otros once meses de año está entre ligeramente manchado y completamente percudido… pero es diciembre. Hay que hablar de las cosas bellas de la vida.
     Algunos mexicanos nos reunimos en torno a ella, todo el año estamos con la mente en ella y es en diciembre donde ella se luce.
     La bondad tiene nombre propio: María.
     Todos la queremos porque ella quiere a todos. Todos anhelamos estar bajo su mirada amorosa que, por otro lado, ella no la niega a nadie. Cuando alguien se equivoca, no reprende con fuerza, intenta poner paz y perdona. No sabe de rencores. Llora lo mismo de dolor que de alegría. En ella no cabe una sola acción en su vida que no esté motivada en el amor. No hay nada opaco en ella. Intenta incluso tomar culpas ajenas si con eso es capaz de llevar paz a sus amados. Nunca se queda con un “Te quiero mucho” en la boca, lo saca con la misma necesidad con la que los demás respiramos… y lo demuestra en cada cosa que hace.
     La bondad tiene nombre propio: es María, le dicen Mariquita y es mi suegra.
     No conozco a ninguna otra persona que tenga, según yo, su pasaporte de entrada al Cielo en regla. Si en el Cielo hay plena justicia, a ella la recibirán con honores por la puerta V.I.P.
     En diciembre se celebra la única festividad que respeto completamente. Disfrutaré la Navidad con nuestra María… como es ella… por la alegría de vivir.

6 de diciembre de 2011

Los acólitos ladrones.


     No se por qué, pero lo hice. Un domingo hace unas tres semanas, el sacerdote de la iglesia donde acostumbramos ir a misa los domingos no tenía acolito. Yo me di cuenta hasta que el padre fue caminado por el cáliz para ponerlo sobre el altar. Ya era media misa. Agarré al Rafita por el cuello, a Malusita por el brazo y que me los llevo conmigo; me veían como diciendo “Y ahora ¿Qué te picó?” Le di a la Malusita una canasta para que pidiera limosna.
     -¿Qué hago? –me dijo angustiada.
     -Ya has visto como se hace… hazlo.
     Ya estábamos frente a todos, no podía negarse. Afortunadamente llegó una señora que le dio las instrucciones precisas. Me subí con el Rafilla a la parte del altar, justo cuando el padre acababa de hacer su oración a la ostia y usaría el vino y el agua. Le di a mi hijo la charola con los líquidos y le dije que se acercara al padre, esperara las vasijas y se regresara. Pobre, estaba temblando. Se regresó con una cara de alivio, satisfacción y alegría, que me dejó a mi muy contento.

***

     Yo tenía unos ocho o nueve años y me daban envidia; estaban allí, paraditos, ayudándole al padre y siendo parte de la misa. Un día, cuando terminó la misa del domingo, me armé de valor y me acerqué.
     -¿Puedo venir a ayudar a la misa? –Le pregunté al señor que parecía que mandaba.
     -Sí, vente mañana a las siete para decirte lo que hay que hacer. –Me respondió amable. Salí corriendo feliz.
     El lunes me recibieron los acólitos “veteranos” y me “bautizaron”. Pipe y Manuel me llenaron de “perjumito”: Agua, leche y loción que tenían en el frasco unos dos meses “añejándose”. Olía espantoso y ese día no pude acercarme a ayudar, solo ver. Cuando el padre Tomás acabó la misa, me dijeron que fuera a saludarlo ya a presentarme. Lo hice y al olerme me preguntó:
     -Ya te bautizaron ¿verdad? Hueles a “perjumito”. Bienvenido. –Me dijo revolviéndome el cabello.
     Estuve yendo casi a diario durante unos seis años. Era yo un acolito de la Divina Providencia de Venustiano Carranza. El párroco de la iglesia era el padre Madrazo, un cura ya muy anciano, hombre de muy buen humor. Siempre que acababa la misa, le teníamos que llevar los canastos de las limosnas hasta su oficina. Confiaba mucho en la gente. El ambiente era muy bueno como es costumbre en niños de esas edades. Los primeros días fueron de aprendizaje. El jueves no fue ningún otro y me tocó hacer la misa a mi solo. ¡Graduado! Llegó el viernes y comenzó el trabajo duro. Había dos bodas ese día. Para los que no conocen esa iglesia por dentro, les informo: Atrás, debajo de la escultura del Padre que esta encima del altar, que antes era de color natural y que ahora esta horrorosamente pintada de colores, hay un sótano; en ese sótano se guardan las alfombras que poníamos a los padrinos y a los novios en el frente. Había que subirlas y ponerlas; subir también los reclinatorios y las sillas de padrinos y novios. Para esas celebraciones nos teníamos que vestir de “monaguillos”, muy lindos con nuestra sotana que tenía unas hombreras rojas y nuestro cinturón también rojo; acompañábamos al padre a recibir a los novios hasta la puerta con el depósito de Agua Bendita y el hisopo o aspersorio con el que se les recibía. Cuando la misa acababa, y para recibir los novios de la que seguía, inmediatamente salíamos a barrer el pasillos de honor que quedaban lleno de flores, las alfombras de padrinos y novios, y después… nos íbamos tres a “barrer” la entrada, uno muy cerca del novio, otro cerca del papá del novio y el tercer cerca del papá de la novia, viéndonos entre nosotros, vestiditos de monaguillos. A una señal entre nosotros, nos acercábamos al que le estábamos haciendo marca personal.
     -Señor (Al novio) ¿no nos da una propina para los que le adornamos la iglesia para su boda? -¡Demagogia pura!
     Y azótate con la lana, y como tenia enfrente a la noviecita, pues a quedar bien. O como los papas de los novios estaban con los amigos, que estos no pensaran que había miseria. El chiste es que casi todos “cooperaban”. Nos repartíamos las propinas el sábado en la noche, cuando ya no habría más bodas en el fin de semana. Con parte de ese dinero, nos turnábamos domingo a domingo para que alguien de nosotros disparara las frutas después de la misa de 1:30 pm el domingo en el carrito que se ponía en la esquina de la iglesia. Esa misa la daba el padre Madrazo. Como todo en el sistema de libre mercado, había fines de semana que no sacábamos ni un centavo de propina, pero el gusto por la fruta del domingo lo teníamos muy arraigado. ¿Qué hacíamos? Bueno pues… la oficina del padre Madrazo estaba lejos… teniamos las limosnas en nuestras manos... íbamos solos… las frutas estaban apetecibles… “trabajábamos” como locos… y pues… ¡pero solo era lo justo para comprar las rebanadas de sandia y ya…! ¡Nadie nos veía…! Bueno, ningún ser humano de carne y hueso…  ¡Me acabo de acordar que nunca confesé ese pecado! Ya me imagino al confesor: “Hijo mío, robar está mal, ¿a quien le robaste?” ¡Ni maíz! Se que las treinta y seis horas de arresto en el purgatorio nadie me las quita ya.
     Los martes nos quedábamos media hora después de que cerrábamos, hasta que oíamos el timbre del padre Madrazo. Nos llegábamos hasta su oficina y nos sentábamos los tres con caras de angelitos.
     -Muchachos, aquí tienen lo de su semana. –Y nos daba $30.00
     ¡Que desvergonzados éramos! Pues con todo y nuestra desvergüenza, con ese dinero nos íbamos a cenar a un pequeño restaurante que estaba cerca de la iglesia o unas hamburguesas. Fue también un lindo tiempo.

***

     -Mira mijo –le dije al Rafita-, ahora ponte esta toalla en el brazo, con la mano derecha toma el agua y con la izquierda toma la vasija; ve con el padre, va a poner las manos arriba de ella y le tienes que echar agua, después espérate a que se seque y te vienes.
     Mis tres mujeres veían la escena desde abajo contentas. Malusita estaba muy engreída por haber recogido la limosna. Le guiñé un ojo. Allí nos quedamos arriba. Las campanadas de la consagración las di yo, Rafita no se animó. Le dije como tomara la charola de la comunión y donde se la pusiera a la gente. “Como si fuera una cuchara cuando comes”.
     -Acompáñame papi. –Me dijo suplicante.
     -No, eso te toca a ti, yo ya lo hice muchas veces. Mantén siempre la charola en su lugar, después llévasela al padre al altar para que él la limpie.
     Ni remedio. Acompaño al padre abajo… ¡pero agarró mal la charola! Nada que hacer ya. Solo vi que al pobre le estaba costando cada vez mas trabajo llevar la charola al cuello de las personas, se estaba quedando sin fuerzas. Afortunadamente terminó sin incidentes y le dio la charola al padre y se fue conmigo.
     -Ahora llévale solo el agua y él te va a poner el cáliz, le pones agua hasta que él te diga, recoges la charola y te vienes.
     Esto paso sin contratiempos. Cuando el padre armó el cáliz, lo mandé para que lo recogiera; el chaval estaba tomado confianza ya al final; el saber que yo lo dirigía le ayudó.
     Casi al finalizar la misa, el padre le habló y le hizo que le fungiera de atril para dar la bendición final. A mi eso nunca me gustó, pero al Rafilla sí. Ni hablar. Se acabó la misa y nos bajamos. Él iba muy contento.
     -Papi, ¡Te acuerdas de todo!
     Y yo... Feliz.


I N V I T A D O.
    
     Y sí, era natural. Como dijo mi comadre Alicia, "algún día me tenía que tocar". Hay otra persona que es natural que esté en estas entregas de los viernes. ¿Aventuras juntos? Por cientos. Mi compadre-hermano Germán Margain Parra.