7 de agosto de 2012

Cachorros del Atlético Potosino.


         Para nadie es un secreto que yo quise jugar futbol en primera división profesional. Dentro de mi paso por esa etapa de mi vida, probé suerte en los Tigres del Universidad de Nuevo León (UANL). Jugué con ellos solo el torneo el torneo PRODE 85, también solo en el segundo equipo y al final, salí de ahí, ¿por qué lo hice? En una de las veces que fuimos a jugar contra el Cachorros del Atlético Potosino, yo no me regresé en el camión del equipo el mismo viernes, preferí quedarme con mi familia y regresarme el domingo viajando toda la noche. Ya estando instalado en el camión, coincidentemente en el lugar junto a mí, se sentó Luis Delgado, potosino y jugador del primer equipo de la UANL. Platicando con él, me dijo algo que me hizo cambiar todos los planes:

         -Rafa, se oye fuerte entre los nombres de director técnico para la siguiente temporada el de  Carlos Miloc, y ese señor no va a poner su prestigio en juego metiendo noveles… como tú.

         En Monterrey me di a la tarea de investigar  ese rumor y fue cierto. Cuando se oficializó la contratación de Miloc, las reservas profesionales de los Tigres quedaron vacías de los que, a pesar de estar jugando en el Torneo Nacional de Reservas, no teníamos contrato y por lo tanto la carta nos pertenecía.

         Me despedí de aquella entrañable ciudad y me regresé a probar fortuna en San Luis Potosí. Afortunadamente fui acogido de inmediato en las reservas profesionales por un entrenador que fue un mítico jugador de nivel mundial: Pedro Araya Toro; considerado a la altura de juego de Garrincha; en su paso por 65 partidos con la Selección Chilena anotó 14 goles y entre ellos, le anotó un gol al Real Madrid en pleno Santiago Bernabéu.

         Nosotros jugábamos en el estadio Plan de San Luis dos horas antes de que jugaran los del primer equipo, y también jugábamos contra los reservas del equipo visitante. Pero el punto de esto no es platicar de ese torneo que, por lo demás, es muy exigente en lo físico; aunque no lo crean, a ese nivel, el futbol duele: duelen piernas, pulmones, golpes bien dados y muchas veces mal intencionados… nada que ver con el futbol llanero, que es a lo que voy.

         De vez en cuando, la directiva nos citaba los miércoles para jugar, por ejemplo, contra la “Selección de futbol de Venado”, allá en el municipio de Venado, S.L.P. Ese día sería la fiesta del Santo Patrono del lugar y las autoridades querían dar un buen espectáculo. La cita para viajar era en el estadio Plan de San Luis, uniformados con el pants de viaje del equipo. El partido era a la una de la tarde, así que salíamos a las 8:00 am para poder pasar tres o cuatro horas metidos un autobús que el H. Ayuntamiento de aquella ciudad (por usar un eufemismo), nos hacía el favor de fletarnos (un autentico pollero). No parábamos hasta que unos diez teníamos que ir al baño de manera urgente. Con nosotros también viajaba la tripleta arbitral. También lo normal era que Pedro Araya no nos acompañara por su carácter huraño, y nos mandaban a Alfredo “La Chula” Bernal, el asistente del primer equipo, todo un personaje que entre otras cosas, era más mal hablado que un carretonero cansado y con hambre.

Antes de entrar al pueblo, nos hacían sacar por las ventanas unos pendones anunciando que ese autobús llevaba a los jugadores de los Cachorros del Atlético Potosino. Era lindo, los niños y los jóvenes corrían al lado del camión pensando que arriba de éste iban sus ídolos… y la orden era que nadie los desmintiera. Nos metían a la unidad deportiva y, mientras bajábamos, repartíamos autógrafos y nos tomábamos algunas fotos. Los niños y jóvenes se quedaban afuera de las mallas ciclónicas con sus rostros pegados a ellas viendo a los jugadores “profesionales”; caminábamos para estirar las piernas y después nos metíamos a los vestidores (si había) y nos cambiábamos. Una de las condiciones de las autoridades era que fuera el primer equipo, pero al momento de saber cuanto costaba llevarlos a ellos, mejor pedían que nos mandaran a nosotros, pero con las playeras de los titulares, así que yo era Nelson Sanhueza, el recio defensa central.

La unidad deportiva pletórica de mamás, papás, tíos, primos y amigos de los seleccionados del pueblo y el ambiente era de fiesta, con porras. El sonido anunciaba uno a uno los nombres de los jugadores locales con la ruidosa y jubilosa aprobación del público. A nosotros no nos anunciaban individualmente porque no éramos los que las playeras decían que éramos.

Comenzaba el partido y obvio, las diferencias futbolísticas eran descomunalmente abismales, pero todo era un plan perfectamente hecho para conseguir que la fiesta fuera inolvidable: por regla general dejábamos que el otro equipo tomara el control del partido y los dejábamos llegar mucho por las bandas y provocábamos tiros de esquina en contra de nosotros; cobraban el tiro de esquina, por ejemplo, y despejábamos mal… ¡Gol! Las tribunas ardían… ¡lindo! Se engallaban y nos metían el segundo. Nos íbamos al medio tiempo perdiendo 2–0 y la fiesta en las tribunas seguía. En los vestidores, si eran cerrados, platicábamos de cualquier cosa entre nosotros; pero si no había vestidores y estamos rodeados de curiosos, “La Chula” Bernal se ponía a hacer el circo de regañarnos con gritos y con su florido lenguaje, furioso, hablándonos a puras mentadas de madre a uno por uno, y nosotros, con cara de vergüenza y pesar, ¡puro teatro! Comenzaba el segundo tiempo y a los diez minutos “La Chula” gritaba algo que todos identificábamos y durante unos minutos y hasta que cayera el gol, jugábamos a tope… que por lo general era en no más  de un minuto debido a la certeza de nuestros medios y a la velocidad y destreza de los delanteros; y bajábamos otra vez el ritmo, pero en la defensa no, ahí ya no pasaba ni el aire. A los 35 minutos otra señal de “La Chula” y caía el 2–2, pero la gente en las tribunas creía que sus muchachos podían ser capaces de ganarnos. Estando en el minuto 42 llegaba la otra señal y metíamos el 3-2 y se acababa el partido, pero como lo perdieron de “último minuto”, había satisfacción en la tribuna y en el otro equipo: ¡estuvieron tan cerquita de ganarnos! Nos cambiábamos y por lo general nos íbamos a despachar una santa comilona de platillos caseros ya con la gente entre nosotros.

Nunca, ni remotamente estuvimos a punto de perder un partido de esos, y lo sabíamos; de haber querido, hubiéramos ganado con una diferencia de mas de 20 goles a cero, pero el hacer que la gente en las tribunas estuviera contenta, valía la pena el no pasarles por encima.

3 comentarios:

  1. Caray Compadre... Alguna razón por la cual no se sepa nada de las actividades de los reservistas?, yo creo que jalarían a mucha más gente, adeptos, fans, seguidores como sea... En fin, que padrisima experiencia :), Olé!!!

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  2. Quien te viera Rafa representando a un jugador profesional de los cachorros! Excelente historia! Y me imagino que lo que mas difrutaste fue la comida :) Y no tomaste fotos? Hace mucho que no veo un pollero, puros coyotes!

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  3. rafa "soberbio" arellano......como que en este relato de elevaste mucho....mis compas de venado lo van a saber y te van a ir a CHIN.....TUNDA....jejeje....se me hizo un comentario mamon!!!!...jejejeje.....quien lo querre...quien lo querre

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