6 de marzo de 2012

Andando IX: Brujas, Bélgica.


Zona de carga del Eurotunel
                Salimos a medio día de Londres rumbo a Europa continental; realmente no sabía nada de ese trayecto porque desde que salimos de Madrid hacia la capital del Reino Unido, estábamos en manos de una agencia de viajes la cual era dueña de nuestro destino. La etapa anterior del viaje la hice manejando un Renault, y yo era el dueño de mi itinerario y me había más o menos documentado en el recorrido del viaje. Ahora no.
Dentro del vagòn del Eurotunel
                En la narración de Londres olvide contar que en el grupo iba una muchacha casi treintañera y con un acento argentino que no podía ni quería ocultar.
                Nos subimos al enorme autobús en que nos trasladaban y nos dijeron que la próxima parada era Brujas, Bélgica pasando por el Eurotúnel… ¡Vaya! Yo había leído mucho tiempo antes las maravillosas proezas que hizo el ser humano para fabricar un túnel de esas dimensiones debajo del mar y ahora ¡iba a usarlo! ¡Genial!
La plaza de Burg
                En el camino hacia la entrada del Eurotúnel, nada digno que ver. Llegamos a Folkestone, Uk a eso de las 14:00 horas después de dos horas de viaje. Folkestone es la base británica de ésta maravilla humana. La expectativa era grande, solo eclipsada por la idea de tener que bajar las maletas del camión para subirlas al tren, porque el Eurotúnel es tren, solo tren. Nos paramos en la terminal a pasar el servicio y de allí ya se veían una enorme cantidad de vías férreas que se juntaban todas en una única boca de túnel, ¡fregón! Nos volvieron a subir al autobús, y éste se dirigió a las vías, pero allá ya no había edificios que sirvieran de estación de cambio. No, nos dirigimos directamente, autobús con pasajeros dentro a los vagones del tren, abierto en su extremo para que lo “abordaran” los automóviles que iban a ir al continente. Estábamos viajando arriba del autobús y éste arriba del tren. Nos advirtieron que no tomáramos fotografías con flash porque las paredes del túnel tenían unos sensores que podrían interpretar los flashes como incendio y hacer que todo el sistema Eurotúnel se detuviera y esa es una multa de muuuucho dinero. Arrancamos y el tren tomó mucha velocidad y se internó en las entrañas de la tierra (jeje, alguna vez leí a Corín Tellado, ¿se nota?) Que cosas, estaba en una de las más grandes maravillas de toda la historia, y no sentía nada ya estando dentro. Por supuesto que me tomé una foto dentro del vagón, pero antes le quité el flash y de todas maneras le puse el dedo para mayor protección. No falto el español que soltó su flashazo y María, la guía, va y le pone un plegón de locos, pobre tío (es español y así se dicen ellos).
                Llegamos al final de la vía, descendimos en el camión y pasamos de largo por Calais, en la parte francesa del túnel. El destino era a una hora y media de allí en Brujas en Bélgica.
                Me sentí en Venecia; no sabía que el nombre de Brujas es una derivación del noruego “puente”, debido a que esta ciudad esta llena de canales como la ciudad italiana; la diferencia es que ésta sí es tierra firme. En esos días de mi visita, estaban los “brujos” muy orondos ya que acababan de declarar al casco histórico de la ciudad, patrimonio de la Humanidad en el año 2,000 por la Unesco. Y sí, el centro de Brujas es una autentica casa de muñecas, con mucho colorido y en un estado de conservación estupendo.
Basílica de la Santa Sangre
                Estaríamos poco tiempo, asi que, yo a lo mío. Me dirigí de prisa, pasando por la plaza de Burg y el Ayuntamiento, a la Basílica de la Santa Sangre. Escondida, en una esquina trasera y después de unas esculturas de caballeros guardianes, se encuentra la capilla donde se atesora una reliquia que es la Sangre de Cristo… ¡Cerrada! Ni hablar.
                Nos pasamos pues a disfrutar, en la plaza de Burg, de los magníficos edificios, todos con mas de cuatrocientos años, mínimo, de edad. Parece una casa de muñecas gigante: todas las construcciones a dos aguas, no por la lluvia, sino por la nieve y de un colorido mágico.
                Fue todo lo que pudimos ver, nos empezaron a congregar para el viaje de cuatro horas que nos esperaba y que la verdad, todos queríamos hacer. Pero antes, me formé a comprar algo muy tradicional de Brujas: papas a la francesa (¿¡!?). Formado allí, vi que delante de mi estaba la muchacha argentina esperando a comprar sus papas. Allí comenzamos a platicar y resultó ser una muchacha muy simpática. Nada que ver con el estereotipo del argentino que conocemos.
Ayuntamiento de Brujas.
                Nos subimos al autobús y comenzamos el viaje a la joya del recorrido. Nos detuvimos a la mitad a que la tripulación cargara diesel y nosotros a estirar las piernas. Justo al lado de la gasolinera estaban las vías del Eurotren, que comunica de la estación de Waterloo, en el Londres, con Paris. Esta “coincidencia” no les gusta a los franceses, debido a que Napoleón Bonaparte fue derrotado por los ingleses en la ciudad homónima. Cosas de europeos. Estando allí, pasó el tren que es de alta velocidad, y en serio es de alta velocidad. La velocidad del aparatito es de 190 m/h, o lo que es lo mismo ¡304 k/h!... ¡un suspiro! Nosotros en camión hicimos por el mismo recorrido mas de seis horas; los angelitos que iban arriba de ese avión rodante hicieron poco mas de dos horas.
                Salimos persiguiendo al tren con la ilusión y la sonrisa en todas las caras, estábamos muy cerca de Paris.
 

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