5 de junio de 2012

Dominando a la naturaleza. La historia de un campamento. 2

Nos despertaron a las cinco de la mañana a Roberto Palacios y a mí para hacer la guardia. Habíamos elegido ese turno para hacer el desayuno de todos y poder dormir de un tirón. Aun estaba oscuro y solo se veía el reflejo de los ojos de las reses que por allí caminaban sueltas. Conforme fue amaneciendo, nos dimos real cuenta de que teníamos a nuestro alrededor: arboles inmensos, viejísimos, con ramas enormes y en esa época, lleno de follaje. Fue un acierto haber escogido esa guardia, el paisaje era extraordinario. Nos fuimos caminando a ver el ojo de agua del cual bebimos la noche anterior, la rivera… nos regresamos a la fogata para poner manos a la obra con el desayuno. Me imagino que hicimos huevo con algo o huevo solo, no lo recuerdo, pero no creo que haya sido algo más elaborado. Fueron despertándose uno a uno hasta que estaban todos allí, en torno a la fogata zampándose el alimento. Todos estábamos maravillados del espectáculo que nos estaba regalando la naturaleza. Fue cuando me acordé de la bolsa de bolillos. Encontré la bolsa pero ¡ya no estaba completamente llena! Volteé a ver a las malditas vacas pero reparé en que el plástico de la bolsa no estaba rumiado. “Cabrones” pensé. Llevé la bolsa a la fogata y todos tenían cara de culpa pero no de arrepentimiento. Raymond agarró uno para acompañar su ración de huevo y con su característica forma de ser dijo:

-Rafa, dile a tu papá que es un genio por haberte puesto estos bolillos. –Todos asintieron.

Sí, finalmente mi Gigante no se equivocó y acertó otra vez. Y yo feliz. Los panes Bimbo llegaron hechos papilla, inservibles como acompañantes, pero útiles como calorías.

Después de hacer cada quien lo que le correspondía de limpieza, acordamos salir a explorar las cercanías. Caminamos rio abajo. Las sorpresas no paraban. Mas allá del ojo de agua y caminando por la orilla del rio, ¡encontramos cascadas! Comenzamos a subirlas y acordamos que regresaríamos a nadar en ellas en cuanto hiciéramos digestión. Como ya estábamos a unos veinte metros arriba del rio, nos seguimos a esa altura. Íbamos en fila india y de vez en vez nos deteníamos a seguir extasiándonos del paisaje que era en verdad extraordinario. Aparte íbamos platicadores y bromistas. En una de esas paradas, el “Güero” advirtió:

-Perales, no te vayas a sentar allí, ¿He?
-¡Ese mi “Güero”! –Dijo Arturo Perales incrédulo y chancero, he hizo el ademán de sentarse… ¡y lo hizo en un cactus lleno de espinas! ¡Se clavó todas las que tenía la planta apuntando para arriba! Se sacó inmediatamente las que pudo. Se convirtió en el centro de todas las burlas. Seguimos caminando, pero ahora nos deteníamos cada rato para aliviar un dolor.

-¡Aguántenme! ¡Esperen! –Pedía Arturo y se bajaba los pantalones y lo demás para sacarse las espinas directamente de las sentaderas. Esas pausas en la caminata fueron varias.

El rio era ancho pero no llevaba mucha agua. Daba una vuelta en 90º y seguía lejos. Seguíamos caminando.

-¡Aguántenme! ¡Esperen! –Arturo.

Estuvimos mucho rato caminando hasta que consideramos que ya estaba nuestro cuerpo listo para el agua y nos regresamos.

-¡Aguántenme! ¡Esperen! –Perales.

Ya cambiados para nadar, que era solo un short y tenis, no volvimos a llegar hasta las cascadas. Casi todas tendrían entre dos y tres metros de altura las más grandes; en cada caída de cada una, había una fosa que por la turbidez del agua al estar en movimiento, no sabíamos si era profunda o no. Queríamos tirarnos de arriba, pero no sabíamos si nos lastimaríamos el hacerlo.

-¡Ahh! ¡Mexicanos miedosos!

Obviamente eso solo podía venir de un extranjero. Ricardo Raymond a. “El Parchís” se subió a lo alto de la cascada y se tiró de pie, los demás estábamos expectantes a ver si el agua se pintaba de rojo sangre, lo veíamos flotar muerto o gritar ayuda por tener varios huesos rotos. Salió bien y de inmediato nos empezamos a tirar los demás. Arriba de esa cascada había otras. Cada vez nos íbamos subiendo a la cascada superior y después de que “El Parchís” se tirara y saliera ileso, lo hacíamos nosotros. El agua era tan fría, que cuando íbamos cayendo ya estábamos pataleando para buscar salir de ella. ¡Fantásticos momentos! Nos seguimos hasta arriba, hasta que llegamos al inmenso agujero por donde salía el agua. Según recuerdo, debía de ser como de un metro y el chorro era inmenso. Por fin nos cansamos y nos regresamos al campamento, pero para ese momento solo eran como entre doce y una de la tarde… ¡apenas! Nos bañamos, comimos y nos fuimos a caminar ahora rio arriba. No hubo nada mas allá del magnifico paisaje y nos regresamos a tomar una siesta.

He olvidado decir que mi papá ya había estado allí, en ese preciso lugar en su juventud como parte de los scout. Yo traía un cuchillo de él que según me dijo, ya había estado allí; un tesoro (para mi). También sabía que nos estábamos preparando para una “visita” a las cuevas de allí y él había sido muy claro.

-No respiren de ese aire sin estar cubiertos con algo, les puede dar una embolia si lo hacen sin precauciones, pueden quedar locos.

“El Parchís”, alguien más (perdón por no recordar quien fue) y yo, emprendimos la búsqueda de las cuevas. Estuvimos tranquilamente una hora buscándolas en zigzag, hasta que por fin las divisamos; estaban arriba, a la mitad de una pared. Para llegar a ellas, nos ayudamos de una enorme raíz que corría pegada a la piedra. Subimos. Cuando estábamos en la boca de la cueva, sacamos los implementos que llevábamos expresamente para esa visita allí: agua y unas calcetas de futbolista (¡háganme el favor!). Impregnamos de agua las calcetas y nos las pusimos a manera de cubre boca; al principio solo absorbíamos agua, cuando ya se acabó el exceso de agua, respirábamos con dificultad, pero respirábamos tranquilos. Nos adentramos en la cueva y los pies se nos hundieron en la “arena” de que estaba completamente lleno el piso: reconocimos “el guano”, mientras nos agachábamos para que salieran los murciélagos que salían de su hogar y al que nos estábamos metiendo. El corazón estaba taladrándonos el pecho.

PD. Para los que no sepan que es "el guano" les informo: es la acumulación masiva de excrementos de murciélagos, en este caso, durante decadas.

4 comentarios:

  1. Que divertido Rafa, espero el siguiente capitulo :)

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  2. Compadre ... Apenas me iba acomodando para seguir leyendo y ... Me lo vuelves a cortar??? Ni hablar, tendre que esperar una semana mas ... OLe !!!

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  3. Rafa: Me sigue encantando tu forma de escribir y agradezco que sigas compartiendo. Me urge seguir leyendo este relato. Saludos

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  4. y el que sigue...lo bueno que lo publicaste hoy :)

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