24 de enero de 2012

Andando VII: Londres.


     Después del desaguisado provocado por el grupo terrorista de la ETA y su bomba que destruyó el estacionamiento de la Terminal Dos del Aeropuerto de Barajas, llegamos a Londres. Nos recibió la comitiva de Halcón Viajes para reunirnos y presentarse. Nos tocó en suerte a una señorita española, amable y muy pasada de peso de nombre María. Recogimos maletas y nos trepamos al camión. El hotel estaba muy cerca de Hyde Park., que es el parque mas grande de Inglaterra; como nos dieron la tarde libre hasta la noche que sería la visita guiada, nos fuimos allá. En éste parque esta la famosa Speaker`s Corner (esquina de los oradores) en la que se pueden hacer criticas al gobierno principalmente y/o hablar de cualquier tema. Sí hay reglas para hacerlo y hay policía siempre vigilando para evitar a los reventadores. El parque es enorme si se le junta con los Kensington Gardens, jardín donde la reina Victoria mandó hacer un monumento a su, en serio, amadísimo esposo Alberto de Sajonia.
     En el recorrido nocturno, nos llevaron a los principales puntos de interés de la ciudad en camión. A la mañana siguiente, después de hablarle a una amiga que vive allá para quedar con ella a cenar al día siguiente, nos dieron también la visita guiada a los mismos lugares, pero ahora de día y después nos dejaron libres. Como siempre, tomé el plano turístico que hay en los hoteles y comenzamos el recorrido a pie. El día anterior, en el trayecto del aeropuerto al hotel, mi mamá, para no variar, ya estaba haciendo migas con dos hermanas venezolanas que estaban con nosotros en el tour.
     Nos llegamos hasta la visita obligada: el cambio de guardia del Palacio de Buckingham. Yo tenía en la mente esa estampa de Londres… perdimos el tiempo en una ceremonia sosa y acartonada, pero teníamos que estar allí.
     Nos fuimos de volada la siguiente parada que estaba en el camino., el museo de Madame Tussauds, el más celebre museo de cera del mundo. Allí me tome las fotografías con el Papa Juan Pablo II, con Arnoldo Suareznajera, Erick Cantonà. Iba caminando por el museo cuando me doy cuenta de que estaba a punto de atravesármele una dama que iba a tomarle una foto a una estatua, y al quererme quitar, casi me caigo. En Europa y en México, es una regla no escrita que hay que esperar a que el de enfrente se tome la foto para atravesarnos, porque  queremos el mismo respeto para nosotros. Ya repuesto, le pido una disculpa a la dama que estaba en lo suyo, enfocando perfectamente su imagen, así que esperé… y esperé… y esperé, hasta que me di cuenta de que era una condenada estatua de cera puesta allí para hacer caer a turistas tarugos.
     Pasamos a Piccadilly Circus solamente a tomarnos la foto de los famosísimos espectaculares que allí están. Es celebre por ser el punto central de lugares de compras y esparcimiento (teatros, tiendas, etc.)
    La siguiente parada fue, después de comer tarde, en el Paramento Británico y su famosísimo Big Ben. El nombre, y eso lo supe hasta allí, se lo debe a la campana de la torre dl reloj, no al reloj en si mismo. La campana (y después la torre) fue bautizada así por el fundidor de la campana de nombre Benjamín Hall. En un viaje previo, mi mama, estando en el puente que comunica  la Abadía de Westminster y el parlamento… ¡se fracturo un brazo! Foto obligada y nos fuimos a la Abadía que estaba cerrada, pero es inmensa. Caminando ya con rumbo al hotel, a eso de las 10:00 de la noche y en búsqueda de cigarros, nos metimos a un Pub que vienen siendo las cantinas de los Ingleses. A lo que iba; me llegué a una maquina expendedora d cigarros y vi que en Londres estaban carísimos, en aquel tiempo como $60.00 mientras en España y México  llegaban a los $16.00. Bueno, el vicio es el vicio y a esas horas. Saco mis cigarros y ¡venían solo 16! Esos cuatro cigarros que faltaban, era la ganancia del Pub. ¡Y bueeeeno! Nos sentamos y pedimos nuestras cervezas oscuras amargas: Guinness.
     A la mañana siguiente nos fuimos hasta Trafalgar Square, que se construyo para conmemorar la Batalla de Trafalgar, donde la armada británica derrotó a las de Francia y España en las costas de Cádiz, España. La plaza es enorme y en el centro esta la columna de Nelson, almirante muerto durante la batalla. En su base están cuatro enormes leones de bronce.
     Ya en la tarde y con la cita a cenar con la amiga, nos subimos al tren suburbano hasta Canary Wharf, un complejo de negocios en la isla de los perros (les juro que así es la traducción) en el barrio de Tower Hamlets. Nos recibió Mima y Bryan su esposo. Habían comprado para la cena comida india, cosa que agradecí ya que tenía casi un mes sin probar comida picante. Obvio, comenzamos ingiriendo Ale (cerveza en escandinavo); cenamos y Bryan abrió un vino ruso que le había regalado un amigo que trabajaba en la embajada de ese país. Ni a mi ni a Mima nos apeteció el vino, pero a nuestros acompañantes si, entre los dos se acabaron la botella. Mi mamá pidió el baño para después irnos al hotel porque en la mañana había mucho que ver y nos cerraban el tren, pero tardaba mucho en regresar y Bryan fue a buscarla… regresó divertido y con el perfecto ingles de los ingleses me dijo:
     -Rafa, se quedan a dormir.
     En ningún momento oí que fuera una invitación a la que de todas maneras declinaríamos. Tampoco era una pregunta. Hice cara de extrañamiento.
     -Why? (saludos a López Doriga).
     -Because your mom is drunk! And is vomiting! (ustedes traduzcan)
     La acomodamos como pudimos en una cama y me regresé a la sala y nos quedamos platicando Mima y yo hasta las tres de la mañana. A las 11 de la mañana cuando llegamos al hotel, unas dos horas antes de salir de la ciudad, nos recibió María.
     -¡¿Por que no llegaron a dormir?!
     Yo me fui a bañar y dejé que mi mamá diera las explicaciones, después de todo, el Pancho fue de ella.


     Quiero disculparme por no haber publicado nada desde la broma del 28 de diciembre pasado. Estoy en un trabajo que este tiempo es una locura y por más que quería hacerme un tiempo, no pude. Aparte, el duende, mi duende no llegaba a mi lado y yo ya sé, si él no viene, no hay nada digno de garabatear. Haré hasta lo imposible por que no vuelva a ocurrir.

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