23 de agosto de 2011

Anecdotario Taurino.

PRIMERA    

     Éramos jovencísimos. Yo era futbolista y él torero. ¿Rivalidad? De toda la vida. Nuestra mamá estaba de organizadora del festival taurino del colegio donde los dos (según eso) estudiábamos, coctel dado para que los dos partiéramos Plaza como titulares de cuadrillas distintas. Ya habíamos practicado en la misma Plaza de Toros bajo las indicaciones de un Matador de Toros del que no recuerdo ni el nombre ni el mote. Tres días antes del festejo, mi hermano y yo nos escabullimos a los corrales de la Plaza al saber que había ocho vaquillas. Pasamos como media hora tratando de cortar una (cortar: separar a una del rebaño; juntas huyen, solas, te embisten), cuando lo logramos, Alfredo y yo nos dimos gusto toreándola hasta que el animal se echó de cansancio.
     A Alfredo, que sí le sabe esto del toro, le toco un bicho grande (así también se les llama a los toros dentro del medio), cornivuelto y despitonado del derecho, café…
-¡Así se recibe un toro carnal! –Me dijo retador y se fue a recibir al animal al centro del ruedo de rodillas (de hinojos). El toro salió raudo contra Alfredo, que le pegó un farol que hizo que la gente coreara el “¡Ole!”
     Fue lo único, porque el torito (la res, no mi hijo) salió malísimo: rajado, débil y ciego del ojo derecho. Alfredo, por más que le buscó, no le pudo hacer nada. Abrevió de estoconazo certero; hemorragia profunda y el toro cayó muerto sin necesidad de desnuque (de desnucarlo). Alfredo al final estaba llorando inconsolable. En resumen: el animal buenísimo; el toro, muy malo.
     Como ya me había retado y nunca me he dejado ganar en nada (que no quiere decir que siempre gane), me fui al centro del ruedo antes de que saliera mi animal. Iba caminando tan seguro como puede estar un ser humano que se enfrentará cara a cara con una bestia de más del doble de su peso, y que aparte, saldrá con ganas de partirte en dos. Me arrodillo…
-¡Venga de ahi! –Ordeno al torilero (el que abre toriles) que suelte al animal.
     Y salió. Yo me puse a citarlo (incitarlo) para que me acometiera y poderle demostrar al bravucón de mi hermano que en los faroles también se me da. Nada, el novillo salió he inmediatamente comenzó a correr en rededor. Fastidiado, le perdí la vista y bajé los brazos. Me estaba levantando, cuando gritos me hicieron volver a ver de que se trataba… el animal ya estaba casi sobre mi y no pude hacer mas que levantar el capote en un puro reflejo de defensa. Me arrolló dándome una patada en la boca y rompiéndome el labio por dentro. Después de eso, y ya medida su fuerza, me dediqué a torearlo por Verónicas, quitecito, con los pies bien plantados en el piso (¿que no? ¡Allí están las fotos!). Después invité a Alfredo a torear a la alimón (torear al mismo tiempo, al mismo toro, con distintos capotes), dimos unos seis pases y el remate, logrando una de las fotos mas bonitas que me hayan tomado. Con la muleta igual, pies fijos (¿que no? ¡Allí están las fotos!). A la mitad de la faena con muleta, comencé a oír aplausos inconexos a lo que yo hacía... Se acercaba Malú a torear. Al final, logré arrancarle al novillo las dos orejas que, magnánimamente el Sr. Juez de Plaza, el artista y galán de de cine, Lic. Quirinos (¿que no? ¡Allí están las fotos!) tuvo a bien concederme.

SEGUNDA

     Era un sábado de enero cualquiera, había terminado de trabajar y pasaban de las 3:00 de la tarde; llego al departamento en el que vivíamos Malú y yo aun sin hijos. Ella me recibe y me informa:
-Acaba de hablar Alfredo, que va a soltar tres becerros en el cortijo de los Armilla a las cuatro, por si queremos ir. Solo serán Alfredo y su familia, Tito el hermano de Mary y nosotros, ¿vamos?
     Antes sí, ahora ya no tanto, pero a la hora que oí torear, me subió la adrenalina.
-¿Tu quieres ir? –Pregunte rogando por dentro que sí quisiera ir ella.
-Sí, sí quieres vamos.
-Vamos pues. –“¡Siiiii!” (por decir una expresión), decía para mis adentros.
     Recién llegamos al cortijo, ya habían soltado al más grande de los becerros, unos 250 kilogramos de coraje. Pa pronto pegué un brinco a un burladero, ellos ya iban en la muleta, lié una (la armé) y esperé a que me dijeran que seguía, tenía las piernas tensas de la emoción. Alfredo se acerca a donde estoy y me informa:
            -Tiene mucho genio y está muy fuerte; responde muy bien por derecha pero derrota (cabecea) por naturales (por la izquierda), dale derechazos de preferencia. ¡Venga de ahí!
     Le salgo. Antes mis piernas las tenía tensas, ahora me dolían (¿miedo?). Me arrimo muleta armada en mano derecha, por delante, citando (ya dije que era citar), se arranca y por la derecha era suave, sin reparos (también). Le pago una tanda (una serie) de seis pases y remato, todo bien. Lo dejo descansar caminando alrededor de él. Treinta segundos. Ya acusa cansancio el animal (¡el becerro!). Lo cito de nuevo por derecha, un pase, me repongo (me alejo), otro derechazo, me repongo… ¡pero con el pie izquierdo me piso el derecho y comienzo a caer! El animal se me arranca y solo atino a aventar la muleta lejos de mi, en un intento de que él se vaya para con ella. Sí debí de quitármelo con eso, ya que no recuerdo que me haya atropellado. En la caída, y como no quería perderle la cara al bicho, caí con el codo, lo que me hizo un raspón grande, de la mitad del brazo.
     Después de ese novillo, echaron un mini becerrito muy enfermo, con los pitones (cuernos) muy chiquitos y rotos.
            -Bájate a torear –le grito a Malú.
            -No, hoy no –me contesta también gritando.
            -Ándale, no te pasará nada, esta muy débil –insisto.
     Después de un rato, no se si por aburrimiento, decidió bajarse. Toreamos a la alimón, pero a diferencia de con Alfredo, con un solo capote tomado por las orillas. Cuando el animalito embistió, ella se movió y a vio, por lo que se le echo encima, solté el capote y me abalancé sobre él, abrazándolo del cuello mientras ella salía del ruedo y se iba con Alfredito mi sobrino, que tendría en ese momento un año y pico.
     Ya de regreso en el departamento, me metí a bañar para limpiarme el brazo que tenía todo lleno de sangre y tierra, y de paso, metí a bañar conmigo a mi sobrinito.
            -¡Ahorita vengo! –Me anuncia Malú- Voy a la farmacia.
     Salimos de la regadera, nos vestimos y esperamos. Llega Malú y mi cuñada; ella se va con su hijo. Nos quedamos Malú y yo solos y ella me enseña una especie de pluma.
            -Mira, por esto no quería bajarme a torear.
     Era la prueba rápida de embarazo… Venía en camino la Malusita.

3 comentarios:

  1. Ole Torero, final de corrida FELIZ!!!! Orejas y rabo......manitas,piernitas y todo lo demás !!! Y déjame recordarte que he sido testigo no de una, ni de dos.....si no de tres corridas memorables para ti compadre y comadre!!!!!!!!!!!! Matador!!

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  2. Guau !!!, ambas historias increibles, mucho toro, llena de emociones, de hecho estuve presente en la primera, Ole matador ... y para rematar en la segunda, el aviso de la llegada de Malusita, para cerrar con broche de oro las emociones ...

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  3. Tremendo susto para Malú! pero seguro que todo desapareció ante la feliz noticia de la llegada de tu primogénita.

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