17 de abril de 2012

Bendita hepatitis. Mujeres ¡Cuidenos!


Tuve un domingo súper deportivo! Comenzando a las 11 con el resumen de fut, duró 2hrs el programita, por la tarde el análisis deportivo y por la noche el análisis del resumen del juego de fut, que asco!! No entiendo como el hombre necesita ver el juego, el resumen, el análisis y la conclusión...de verdad esta tarado. Asco de domingo.
          ¡Ojo!Lo anterior lo escribió Tere Martínez Aguilera en su muro de Facebook el 10 de abril, en referencia a la estadía de todo el día de Enrique, su esposo, frente al televisor con motivo del clásico nacional de futbol entre las Súper Águilas y las Chivas (Ganó el América). Ella, como buena mujer, es incapaz de entender lo que a un buen hombre, causa este deporte.

         Vivíamos en el departamento solo Malú, Malusita y yo. Era el verano de1998 y en Francia se estaba celebrando el Mundial de Futbol “Francia 98”. Yo había hecho una selección de los partidos que vería; muy a mi pesar no podría ver los sesenta y cuatro partidos, aunque ese era mi deseo; vería únicamente unos cuarenta; tenía que trabajar. Eran vacaciones y las llevaría a Malú y a Malusita a San Luis Potosí a que pasaran una semana en aquella entrañable casa. Las llevé y me regresé.
La semana que estuve solo, no pude dormir bien.
El martes desperté cansado: “Debe de ser que estoy deshidratado” pensé, y esa noche tomé mucha agua.
El miércoles no mejoró: “No era sed, debe de ser la almohada”, y la cambié por otra.
Jueves… peor: “¡Aaaah!, es la cama.”, me fui al cuarto visitas.
Viernes, menos mala la noche, pero mala al fin: “Bueno… cama bien… almohada mal”; y escojo otra.
El sábado fue el peor de todos, me cansaba solo de caminar, cinco noches sin dormir bien me tenían muy débil. Me fui a desayunar unos taquitos de bistec.
Ya estando en mi trabajo, Chuy, la secretaria de Bemarce que sabía que ese sábado iría por mis mujeres manejando a San Luis, me mandó a dormir a las doce del día.
-Yo les pago a los chorreados –me dijo-, tu vete a dormir unas horas antes de que manejes hasta allá.
Me fui a mi departamento agradecido y me quedé dormido hasta las cuatro de la tarde. Me metí a bañar y a la mitad del baño, tuve un acceso raro de tos y devolví del estomago el desayuno; raro, pero salí de la regadera revitalizado. Tomé el carro y salí muy despierto hacia San Luis, ¡que me duraba el viaje así de bien como me sentía! No llevaba ni media hora cuando ya tenía la cabeza recargada en mi hombro, exhausto. Como pude llegué a la casa de mi suegra, pero en lugar de irme a la siempre animada tertulia, me quedé dormido desde las siete de la tarde hasta el día siguiente. El domingo a las diez fuimos a las gorditas de Morales, yo ya iba extenuado.
-Vamos al hospital de enfrente, aquí esta el doctor Centeno que me atendía cuando vivía aquí. –Le dije a Malú.
Nos metimos y lo llamaron; mientras llegaba, ordenó que me hicieran un análisis no se de que, pero cuando la enfermera se me acercó, me iba a hacer algo y me vio a los ojos.
-¿De que color esta orinando? –Me preguntó. Me había fijado vagamente en eso, pero no le había dado importancia.
-Como si fuera Coca-Cola. –Respondí. Llegó el Dr. Centeno y confirmó solo de verme.
-Tienes hepatitis A. –Y me dio las órdenes y recomendaciones. Entre ellas, estar quince días en reposo total. Me dio una receta de no se que medicina y me mandó a Aguascalientes.

Evidentemente, no solo vi los sesenta y cuatro partidos, sino que vi repeticiones de muchos de ellos, los resúmenes, tooodos los programas de análisis del Mundial. Yo me despertaba y veía un partido, desayunaba acostado y me dormía; volvía a despertar a ver un partido o dos, a comer y me volvía a dormir. Despertaba para ver la repetición de uno de ellos y en la tarde-noche, los programas especializados. ¡TODO! Cuando pasaba Malú por donde yo estaba “convaleciendo” frente al televisor y me lanzaba una mirada asesina, yo solo le sacaba la receta y se la enseñaba.
Finalmente me recuperé sin ningún tipo de consecuencias ni secuelas, gracias a Dios.

Tere Martínez, ojala seas uno de mis cinco lectores. Yo sabía que tenía que perderme de muchos partidos del Mundial “Francia 98” y, muy posiblemente, caí enfermo victima de una horrorosa hepatitis por esa razón, ¡pobre de mí! El que las mujeres no entiendan el futbol, no quiere decir que están autorizadas ni que tengan derecho a jugar con nuestra invaluable salud. Valórenos y cuídenos.


10 de abril de 2012

Y que se rompe la pierna…y que me quedo sin volar.

                En el verano de1993, leyendo el periódico, me entero de un anuncio que me entusiasmó. 
“APRENDE A VOLAR EL ALA DELTA (PAPALOTE GIGANTE).”
                A Pedro Julio, el amigo de todas las batallas de acá de Aguascalientes, solo fue hablarle y leerle el anuncio:
                -¡Va! ¡Por supuesto! -Dijo.
                Las clases eran en la presa Plutarco Elías Calles, a unos veinte minutos de la capital. Los instructores tenían nombres de aventureros: Erick y Brian. Yo siempre creí que el mentado “Brian” tenía por nombre verdadero Nabucodonosor, era de raza de bronce;  “Erick” posiblemente sería Juan o Lupe. Gitanazos, sin mas  oficio que le de vivir la vida sin preocupaciones.
                La presa Calles es enorme. Antes, San José de Gracia, que es el municipio en el que se encuentra la presa,  era un lugar en el que producían y exportaban mano de obra para uso de los americanos. Al gobierno estatal anterior, le dio por instalar allí el “Santuario del Cristo Roto” en un intento de ayudar a la economía de la zona. Las cosas que hacen los gobiernos de “tratar” de ayudar, son un fracaso… éste no. Es un santuario evidentemente falso, mentiroso, pero que llenó los fines de semana de visitantes y florecieron restaurantes, fondas, hotelitos y servicios “playeros”. Cuando íbamos a practicar no había nada de eso, solo un restaurantico. El día que llegamos, al no haber nada más que hierba, localizamos inmediatamente el enorme y colorido papalote. Saludamos, nos presentamos y pagamos nuestra aportación.
                Las primeras clases eran armar y desarmar el papalote, ¡fácil! Nos dieron la explicación científica de porque el armatoste volaba y no se caía. Existen cuatro fuerzas básicas del vuelo: peso, empuje, resistencia al avance y sustentación. De las tres primeras váyanse a  que se los explique Newton. La sustentación se da por que el ala delta es por arriba mas larga que en su base, eso crea resistencia, por lo que el aire que pasa por debajo, al tener menos resistencia, empuja el ala hacia arriba y eso crea la sustentación. Muy bien, ya estábamos listos, porque esa explicación, en ese momento nos interesaba lo mismo que nos interesaba la vida del marciano que los americanos tenían en sus cuartos de refrigeración en el área 51. A seguir con las clases propiamente dichas.
                Cuando una mini nave de estas está en el aire, el piloto tiene que encontrar “termales”, que son los remolinos que nosotros vemos comúnmente llenos de tierra. Hay por todos lados antes del cenit y hasta las cinco de la tarde. Como digo, unos, los pocos, los vemos, la mayoría, al no traer tierra ni basura, no se ven. Uno se “mete” dentro de ellos y trata de quedarse allí, con lo que el papalote toma mucha altura para seguir volando, pero hay que conseguir otra termal si uno quiere que el vuelo se prolongue mucho tiempo.
                Nos pusimos el arnés, nos conectamos el papalote y lo cargamos. Esas cosas deben de pesar unos treinta y cinco kilogramos. Recibimos más instrucciones.
                -Hay que esperar que el viento (que no el aire), nos den de frente. –Nos dijeron.- Esperen a que eso pase y vean lo que sucede.
                Sí, en el momento que una ráfaga de viento nos golpeo de frente, el papalote dejo de pesar y comenzó a elevarse casi solo.  Lo demás fue subir una pequeña loma y bajarla volando, subir con treinta y cinco kilos muertos y bajar planeando, extenuante pero muy divertido. Así fueron unas tres semanas los sábados, hasta que ya dominábamos el despegue y aterrizaje en corto.
                -Y lo demás, –Pregunté- las vueltas en el aire.
                -Esas, si tienes altura, son extremadamente fáciles… la altura perdona todo.
                ¡Ya queríamos estar volando! Y llegó el anuncio.
                -Señores, el domingo de la semana que entra vamos a Zacatecas a hacer el vuelo con instructor. Nos vamos temprano y salimos del Hotel las Trojes, iremos con parejas de alumnos. Pedro y Rafa comienzan.
                Zacatecas, como todos o la mayoría sabemos, está sobre cerros. Hay uno en el que están las antenas y una pequeña iglesia; allí nuestros instructores habían fabricado una rampa de despegue. Armamos el papalote que era mucho mas grande de los que habíamos aprendido a despegar y aterrizar, pues íbamos a ir en él dos personas.
                -¿Quien va primero? –Preguntó Erick que iba a ser el que volaría con nosotros.
                Fue un democrático “volado”: perdí. Pedro y Erick se prepararon y se conectaron al papalote. Cabe hacer mención que la rampa no estaba en la orilla del despeñadero, pero estaba elevada para salir volando en cuanto la corriente de aire fuera favorable. Estaban los dos esperando, hasta que llegó. Se ve la corriente de aire por unos listones puestos en unos treinta metros en línea recta, cuando los listones se alinean para uno, viene la corriente para despegar. Cuando los listones rojos se formaron, Pedro y Erick a penas dieron usos pasos y el papalote se elevó. Salieron suavemente. Estuvieron unos diez minutos volando y al no encontrar termales, tuvieron que aterrizar… también suavemente. Yo los veía desde arriba como desarmaban el aparato y emprendían el regreso. Llegaron conmigo, armamos y nos pusimos en posición esperando nuestra corriente de aire. Cuando nos llegó, dimos nuestros tres pasos y salimos, pero desgraciadamente la dirección del aire cambió bruscamente y nos ladeamos volando para abajo. El ala chocó con unos arbustos haciendo el recorrido totalmente descontrolado. Yo me solté y cerré los ojos. El aparato dio tumbos, una vuelta violenta de 180º y se quedó quieto en tierra. Estábamos seguros, lejos del despeñadero. Inmediatamente hice un recuento de mis dolores y no percibí ninguno agudo. Solo el estar sofocado porque Erick quedó arriba de mí. Intenté quitármelo, pero en ese momento comenzó a gritar, él sí, de dolor; ¡se había roto la pierna! Al verlo solo con esa lesión, afortunadamente, pensé “Ya me quedé con la ganas de volar”. Sí, tuvieron que desarmar mientras yo me quitaba las espinas de un cactus que literamente arranque, creo, con mi pantorrilla.
                Ya en Aguascalientes, a Erick le diagnosticaron fractura de peroné en el IMSS. No los volvimos a ver. Ellos regresaron al DF y yo me quedé  con las ganas de volar. Ahora no lo voy a hacer nunca, lo que pasó con el accidente es una excepción, pero tengo a mi esposa e hijos. En ese tiempo podía matarme si se me daba la gana… ahora no.



3 de abril de 2012

Guanajuato (Cosas de la vida).

En ese tiempo, a finales del siglo pasado, llegaba yo temprano al hogar los sábados y ya me esperaban las dos Malusitas (mi esposa y mi hija) en el departamento en que vivíamos a unos metros de donde yo trabajaba. La Malusita tendría dos años o menos.
         -¿Qué plan hay para el fin de semana? –Preguntaba yo.
         -Ninguno. –Me respondía mi mujer.
         -Vámonos con los amigos y a visitar a mi suegra.
         -¿A San Luis?
         -No, a Guanajuato.
         El camino lo hacíamos cantando, cosa que a la Malusita le encantaba, era también una niña llena de alegría  y vitalidad que casi no dormía. Llegábamos a Guanajuato. La calle donde tenían su casa Ángel y Alicia era de doble sentido con camellón, pero convertida en circuito, porque terminaba unos metros adelante y había que dar vuelta en “U”. Cuando apenas pasábamos la primera vez buscando un lugar para estacionarnos, yo bajaba el vidrio del carro y lanzaba un singular y personalísimo chiflido, y seguía en la búsqueda de estacionamiento. Después de encontrar lugar, aparecían en las escaleras que llevaban de las casas a la calle, unas cabecitas, con caras entre expectantes y anhelantes, de dos chiquillos de dos y cuatro años.
         -¡Si son mamá! ¡Si son! –Gritaban jubilosos esos pequeños recibidores, clones de sus padres, y esperaban a que su mamá les diera permiso de ir a nuestro encuentro.
         La Malusita, que ya esperaba ese encuentro, corría, con la supervisión de su mamá, al encentro de esas dos entrañables criaturas. El abrazo era como es el abrazo de tres inocentes niños de esas edades: apasionado, amoroso, sin barreras y con gritos de total y entera felicidad. También el abrazo entre Alicia y Malú era muy significativo. Conmigo también, pero poco comparado con el de ellas dos. Ángel por lo general no estaba, seguía en su trabajo, el llegaría a las cinco o seis de la tarde. Nos metíamos a la casa. Yo, con la desvergüenza que me daba estar en una extensión de mi casa, me subía a dormir una siesta a la cama de Angelito; ni mi mujer y mucho menos mi hija me necesitaban en esos momentos, es mas, creo que yo no existía para los tres niños y las dos adultas que estaban abajo, unos jugando y las otra tomado café en agradable tertulia.
         -¡Quiubo Chato! –Saludo también personalísimo de Ángel (revisen su muro de Facebook).
         Y otro tanto de platica los cuatro adultos. Después, a preparar niños para irnos a caminar a eso de pasadas las seis y media de la tarde al delicioso centro de esa ciudad. Cuando salíamos del estacionamiento en el centro, la fiesta entre los tres niños no paraba.
         En el transcurso de los años yendo con ellos, llegamos a conocer bien esa magnifica ciudad.

         Normalmente el viaje terminaba el domingo en el estupendo Jardín Unión, durante muchos años, mi único rincón preferido del mundo, sentados en una mesa de algún restaurante, viendo a los niños jugar en un lugar extremadamente seguro, tomando café nosotros y teniendo como música de fondo la Banda de Estado de Guanajuato tocando en el kiosco del Jardín. Mucho pesar la despedida.
         Momentos indelebles mientras nos dure la vida. Después de esos fines de semana, la vida era mas linda.
         Cosas de la vida. Nuestras escapadas con ellos eran perfectamente egoístas: íbamos para perder nuestro tiempo aprovechando el tiempo. Con el paso de las visitas, se volvió una hermosa locura sin quererlo. Cosas de la vida. Años después, Alicia le comentó a Malú que ella no se olvidaba de que nosotros estuvimos allí, con ellos, presentes, que nunca los dejamos solos; ¡bonita cosa! Nunca fue ese nuestro fin ni objetivo, íbamos por el placer de estar con ellos sin que hubiera más que eso. Las cosas que se hacen con bien, son buenas y sirven para bien. Hoy ellos son nuestros hermanos y nuestros hijos son primos y se siguen queriendo muchísimo… cosas de la vida.

 INVITADOS.
Esta semana retomo las publicaciones de mis amigos. Ya lo tenía desde hace tiempo, pero por culpa solo mía, no había salido. Disculpa Germán, sales esta semana